Más DADA que un
repudiado por rendición,
de algún paciente no
peligroso
salido de algún psiquiátrico con overbooking.
Entumecimiento de dedos
y escribiendo con teclado.
Sobra la luz, tantas
veces,
cosas que esconder como
el michelín tan sexy al tacto
medio
dormiditos.
Sobra la luz para
examinar
los habitantes de mi
casa soñada enorme y con piscina
cuando sea rico,
la casa llena de amigos
y buena gente como
alquimistas
desorientados, juglares devueltos, trovadores que se esfuerzan,
tíos buenos que osan
robarme los mejores polvos sin ser culpados.
Bienvenida la gente que
se pierde en la enorme habitación de
la
psychedelia y la sabiduría;
controlada por
hologramas realísimos de mi haciendo
de Jim Morrison, del
mismo Jim en directo, de cualquier estrella querida que nos de fiesta
y locura;
para terminar buscando
versos los días solos y tristes que te impones
para no desvariar con
tanta felicidad. Juerga. Desbandada de hormonas adultas.
Más para mi de lo que
puedo aguantar,
recargo baterías
recorriendo la realidad.
Me acerco lo que puedo
a ser DADA.
¡Tantas veces soy
dadá!
Es mi forma de ser
y de escribir
y de comer
y algunas veces
de copular.
Dada es más allá de
la inspiración,
es dar el lametazo
adecuado en el momento adecuado
mientras se magrea bien
y puede ser todo lo contrario.
De donde sea sale dada
por algún lado,
incluso en algunas
cuestiones matemáticas.
Soy pulso de vida, de
Gaia y obedezco
ciegamente a
DADA supremo;
sin absurdo concebido
después de unos
whiskys sin soda.
De altar en altar y
recíprocamente, sin más
ni huyendo
despavoridamente se puede alcanzar;
las cartas están ya
repartidas siguiendo algún método
DADÁ.